Biografía 10ª parte: Zarauz.


Zarautz

El mar siempre ha sido el lugar donde he querido tener mi estudio para pintar de una manera relajada, contemplando el eterno movimiento de las olas. Todavía recuerdo de niño con mi hermano José Mari, otro enamorado del mar, cómo nos escapamos de casa un día de verano para recorrer trece kilómetros hasta la playa de Deva y descalzos meter los pies en el agua para enseguida regresar a casa, como si fuéramos Antoine Doinel en Los Cuatrocientos Golpes de Trouffaut.
  
Para materializar mi idea de tener un estudio sobre el mar pensé en muchos sitios de España, por lo que recorrí toda la costa de Levante y Andalucía. Pero al final me decanté por mi tierra, especialmente Deva y Motrico, pero no quise precipitarme.

En Motrico, donde vivía mi hermano, pasé muchas tardes pintando. Era un pueblo de pescadores encantador, con un mar embravecido espectacular, donde tuve incluso una galería de arte durante dos veranos, pero entonces surgió Zarautz y me decidí por la playa.

Hacía tiempo que yo conocía a mi amigo Teodoro Rochas, el famoso modisto de Zarautz. Él sabía de mis proyectos y un día me llamó a Madrid para informarme de que había unos bloques que habían terminado encima de la playa con un local muy interesante que se parecía a lo que yo estaba buscando. Al día siguiente cogí el coche y en unas horas ya estaba en Zarautz viéndolo.
-Carmen, a ti que te parece.
-Maravilloso- contestó.
Así que pocos días después ya disponíamos de un lugar extraordinario encima de la playa de Zarautz. Para mí era la culminación de mis ambiciones desde hacía muchos años. Me acordé entonces de las Cortes, de Montmartre, y de lo que había tenido que trabajar para conseguir pintar con vistas al mar. Pero ahora tenía que seguir trabajando con más seriedad y rigor, para culminar mi estilo de pintura, intentar ser más original y hacer una obra más personal. Sin tantas prisas y viajes, ahora me podía serenar para conseguir tener un estilo propio. La pintura es una lucha constante contigo mismo y no está exenta de altibajos emocionales. Igual un día estás muy satisfecho de lo que haces y al día siguiente te deprimes porque no lograr llevar al lienzo lo que quieres expresar.
En mi nuevo estudio era feliz. Mis hijos andaban jugando en la playa y yo les veía mientras pintaba y Carmen, en la cocina canturreando, preparaba alegre la comida.

Zarautz estaba de moda y las terrazas del malecón siempre se encontraban abarrotadas de gente, ya que las familias pasaban allí sus largas vacaciones. En el chun-chun de la plaza no dejaba de sonar Un rayo de sol o Eva María se fue buscando el sol en la playa. De vez en cuando desde mi estudio veía pasar a Fernando de Mora y Aragón o a Fabiola y Balduino en algún restaurante.

Carmen y yo éramos muy felices en nuestro local al que venía mucha gente, puesto que lo había montado como estudio-galería y si yo pintaba, Carmen con su encanto personal atendía a la clientela. De vez en cuando nos bajábamos a la cafetería de la playa y nos tomábamos unos txacolís y unos pinchos de tortilla extraordinarios. Teníamos muchos amigos, estábamos en un sitio maravilloso y yo pintaba constantemente así que no nos hacía falta nada más.



Arzalluz

Uno de los amigos que frecuentaba la galería era Xavier Arzalluz que ya era presidente del Euzkadi Buru Batzar. Sin embargo allí se olvidaba de todas sus responsabilidades y no se hablaba para nada de política, solo de pintura, de viajes y de arte. Su trato cercano no tenía nada que ver con su imagen pública ya que encontré en él a una persona muy sencilla, y de conversación amable. Hablamos mucho mientras le retrataba, recordando anécdotas de su infancia en Azkóitia, de la línea de autobuses que iba hasta Elgoibar, de la que su padre era chofer. Sin entrar a valorar su actividad política, ya que no es éste el lugar para ello, me gustó mucho su talante y su personalidad y nos hicimos buenos amigos. Tanto que muchas tardes de verano me llamaba para venirse conmigo a Guetaria, acompañado de su hijo que entonces tenía doce años. Ellos se ponían a pescar y yo a pintar con mi caballete. A mí me sorprendía la sencillez de la situación, quizás por la necesidad que puede tener una persona dedicada a la alta política de recuperar su vida cotidiana. Si algún día no podía ir conmigo a Guetaria o al monte debido a sus responsabilidades, venía personalmente a avisarme o me dejaba una nota debajo de la puerta de mi estudio. Mi relación con él fue, por lo tanto, más humana que política.


Don José María Arizmendiarrieta.

Las tardes de verano en el estudio de Zarauz siempre estaban muy animadas. Mis grandes amigos Lourdes y Pepe ya tenían varios cuadros míos y, como vivían justo encima, bajaban todas las tardes a visitarme. Aquello se convertía en una simpática y divertida tertulia que continuaba después de cenar hasta las dos de la madrugada.

Faltaban siempre sillas ya que venía mucha gente, Pilarín y Claudio, Miren e Iñaki, Merri y Juan José y otros muchos, y Carmen y yo nos sentíamos muy bien acompañados. Jugábamos interminables sesiones de cartas, y a mí, entre partida y partida me entraba la inspiración y daba algunos brochazos o contaba alguna aventura  de algún viaje. Cuando la cosa se animaba Lourdes nos contaba su último crucero por el Mediterráneo o su penúltimo viaje por Brasil.

Una de aquellas tardes Lourdes y Pepe nos presentaron a un caballero muy especial, Don José María, que estaba veraneando con ellos. Se trataba de un hombre alto y delgado, de hondo discurso intelectual y de conversación inteligente y creativa. Lourdes le había contado tantas veces sus tertulias en el estudio que estaba deseoso de participar en ellas. Después nos dijo que ese señor tan agradable era uno de los fundadores de todo el entramado cooperativista de Mondragón. Para mí era un honor tener amistad con una persona tan importante para el País Vasco.

Desde aquel día muchas tardes de verano Don José María formaba parte de nuestras tertulias, siempre sentado en una austera banqueta, desde la que escuchaba nuestras historias. Era un hombre especial. Gran observador, le encantaba aquel ambiente desenfadado, en el que hablábamos de pintura y de viajes, y mientras yo pintaba, él también nos contaba su lucha, los proyectos e ideas que ya había materializado durante su vida y los que le quedaban por realizar. Yo no conocía su mundo pero con interés le escuchaba aquello que con tanto entusiasmo nos narraba, aunque lo que más le gustaba era oír contar nuestras anécdotas que le servían de descanso y diversión.

Siempre recordaré sus cariñosas y profundas palabras en aquellas inolvidables veladas. Yo, con mi cabeza llena de pintura, no llegué a darme cuenta de la importancia de la obra de este gran hombre, al que siempre quise y admiré, hasta años más tarde. Su presencia en mi estudio hacía que muchos industriales o directores de cajas aparecieran por allí haciéndose los encontradizos para charlar con él, que seguía sentado en su humilde banqueta de madera.

Por las noches, después de cenar, charlar un rato o jugar a las cartas, a las once en punto decía: “me voy al tubo”, y se marchaba a dormir. En esos años le hice varios dibujos, retratos y caricaturas, para las que él posaba siempre con mucho gusto. Se sentía querido y mimado por todos nosotros y especialmente tengo que decir que su ejemplo y carisma dejó una huella muy importante en mi vida.

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