Biografía 11ª parte: Marruecos.

Algunos viajes

He realizado muchos viajes por Europa, América, África y Asia, pero los que más me han influido han sido los de Marruecos y la India. Después de visitar estos países se materializó en mi pintura un cambió radical.
  
Marruecos

Los países árabes, su civilización y sus gentes, me llamaban mucho la atención, y a finales de los sesenta decidí conocer el que más cerca nos toca y que después comprobé que era el más interesante de los que he visto, y que me ha inspirado para muchos de mis cuadros. Ahora existe una rivalidad con el mundo árabe por los acontecimientos históricos y políticos más recientes, pero en aquellos años lo árabe y lo indio me resultaban de lo más exótico y atractivo, especialmente desde el punto de vista estético, y de hecho fue una influencia que forjó una parte importante de mi obra artística.

He realizado cuatro viajes a Marruecos pero el primero fue el más impresionante de todos, debido al choque cultural que supuso para mí. Todo el mundo con chilaba o con velo, mercadillos por todas partes, animales por las calles como si tal cosa, cabras, burrillos muy pequeños, cuscús, pescado, y ningún turista. Por el medio de una carretera sin tráfico pero llena de gente, la policía me paraba constantemente para pedirme el pasaporte sospechando algo raro al ver a un europeo en coche por Marruecos. Resultaron tan pesados que ya les dije que me había dejado la documentación en el hotel; como no sabían reaccionar me dejaban pasar de mala gana como perdonándome la vida.

En aquel primer viaje recorrí las ciudades más cercanas a la península: Larache, Tetuán y Xauen, lugares verdaderamente extraordinarios. En Larache saqué mi caballete para pintar y al momento una nube de chiquillos me rodeó. A la gente no le gustaba nada que yo les retratase y de hecho se me acercó un árabe que me explicó que por su religión no les estaba permitido ser representados. Sin embargo, Mohamed, que así se llamaba el hombre al que estaba pintando, aceptó saltarse los preceptos bajo un módico precio, y en un rincón más discreto de un bar le terminé el dibujo, lejos de los que me hacían señas reprobatorias con las manos.

“Yo cuidar coche y limpiarlo”, me decía Mohamed, que se convirtió en mi guía por la zona. En Xauen me presentó a su madre y a toda su familia.

-¿Tú querer que mi madre hacer cuscús para ti?- me dijo.
-Por supuesto- respondí.

En el fuego bajo de su casita blanca, aquella señora, de aspecto noble, me preparó el mejor cuscús que he comido en mi vida.

Es curioso que la pintura abra tantas puertas en la vida en cualquier tipo de entornos. Aquella maravillosa familia marroquí era muy humilde pero mi actitud hacia ellos y la curiosidad de hablar con un extranjero y pintor, me abrió las puertas de su casa y de su corazón. En aquellos años Marruecos comenzaba a recibir a algunos turistas extranjeros, perseguidos por un enjambre de vendedores, que tímidamente recorrían los lugares de siempre con sus guías oficiales, terminando indefectiblemente en algún bazar concertado comprando alfombras “baratas, baratas”. Así que conocer en profundidad la vida de la gente de la calle, alejado de los circuitos convencionales, supuso para mí un verdadero privilegio. Esto me hizo sentirme más que un turista, un viajero.

Mohamed me seguía a todas partes, así que una mañana salí del hotel y me estaba esperando apoyado en mi SEAT 1500, limpio y brillante como nunca.

-“Loceano, si tú quiera, yo llevar pueblo; mi tío alcalde a veinte kilómetros”.

Me pareció buena idea.

-“Loceano, tú permitir que hermano mío Alí venir también.”

Enseguida llegamos  a la aldea campesina del tío de Mohamed. Por todas partes deambulaban cabras, ovejas y muchos borricos. Toda la familia me recibió con un ceremonial extraordinario, no sabían qué hacer para ser agradables. Me llevaron a su casa y me presentaron a un montón de niños, mujeres y abuelas que me sonreían y saludaban de una  manera natural y sincera.

Entre preguntas y respuestas el ambiente se fue animando y como por arte de magia unas mesas que tenían se llenaron de pinchos y aperitivos con cuscús. Me pusieron una especie de toalla en la cabeza, de la cual desconocía su significado, y continuamos hablando y hablando. Ellos atendían con mucha atención todas las historias que yo les contaba, hasta que me acordé de que en el coche tenía dos botellas de vino, y les dije que si querían beberlas. A pesar de sus preceptos nos las trincamos charlando hasta las diez de la noche. Curiosamente hablaban todos muy bien el español y constantemente me decían que se sentían hermanos nuestros. Durante el regreso descubrí que Mohamed y Ali no eran hermanos de verdad y que es costumbre entre amigos denominarse así.

Pero uno de los descubrimientos más fascinantes del viaje fue la medina de Tetuán, especialmente al atardecer. Me la recorrí entera, hasta los rincones más cutres, y acabé fascinado. Me gustaba especialmente la gente, siempre amable y cariñosa. En un abarrotado bar de clientela autóctona, me sorprendió que todos estuvieran viendo un programa de televisión. Se trataba de la retransmisión de un partido de futbol que veían sentados en sillas que cada uno se había traído de su casa. Tanto jóvenes como adultos iban vestidos con su chilaba tradicional,  y yo era el único vestido a la occidental. Curiosamente el equipo que jugaba era el Barcelona contra un equipo alemán, y todo el mundo animaba al equipo español, y no digamos cuando metimos un gol. Todo el bar retumbó de gritos de alegría. Yo me senté donde pude y me tomé un te con menta y unas pastas riquísimas. Se dieron cuenta que yo era español y como ganó el Barça me felicitaron y me dieron palmaditas en la espalda. Aquel lugar con sus tenues luces, sus olores y sus colores, y aquellas gentes con esos rostros y facciones, daban a todo el recinto un aspecto de otra dimensión, algo totalmente distinto a lo que yo conocía hasta ese momento.

Volví a Marruecos varias veces más, una de ellas con mi familia, llegando hasta Rabat, Fez y Marrakech, y me volvió a fascinar de nuevo, siempre sin agencia de viajes. Carmen y mis hijos disfrutaron mucho al conocer una cultura tan diferente al otro lado del Estrecho de Gibraltar.

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